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  • IIE - Maritimo

Basuras en el Mar


Madrid, noviembre 2016

D. José-Esteban Pérez García

Comité de Asuntos Marítimos


El Océano Pacífico Norte y Sur, el Océano Atlántico Norte y Sur y el Océano Índico acumulan una enorme cantidad de basura no biodegradable que se encuentra repartida en cinco grandes “islas” flotantes. Estas islas se forman por la deriva de estos plásticos hacia las zonas de “remanso” propiciadas por las corrientes oceánicas. Sólo la acumulación del Pacífico Norte alcanza una superficie calculada en 1,4 millones de Km2, es decir, casi tres veces la superficie de España. Se estima que al menos un 80% de estos plásticos proceden de tierra firme.


Según un informe de la Universidad de Columbia, la superficie total ocupada por la basura flotante en los océanos antes indicados es de alrededor de 17 millones de Km2, con una masa de 37.000 toneladas y una densidad que oscila entre 40.000 y 10.000 piezas/Km2 dependiendo de las zonas. La más densa se encuentra en el Pacífico Sur, y la menos densa en el Índico.


En cualquier caso, investigaciones recientes han encontrado que los pequeños trozos de plástico que forman estas acumulaciones entran a formar parte de la cadena alimentaria de peces que los ingieren. Según investigaciones de la última expedición Malaspina, los peces meso pelágicos, generalmente de pequeño tamaño, ingieren los plásticos, lo que supondría una amenaza ambiental al pasar éstos a la cadena trófica. Los plásticos suelen tener materiales contaminantes añadidos durante su producción, además de sustancias hidrófobas que se les van adhiriendo en su “navegación”.


Los atunes y peces espada se alimentan de estos pequeñas especies meso pelágicas, aunque parece que hasta el momento no se ha realizado ningún estudio sobre la existencia de estos contaminantes en los grandes peces citados.


Las aves marinas también se alimentan en estos “basureros” flotantes. Según investigaciones llevadas a cabo en el Pacífico Norte, 8 de cada 11 aves muertas contenían restos de estos plásticos en sus aparatos digestivos.


Además de todo lo anterior, estos plásticos flotantes afectan al ecosistema marino debido a la posibilidad de trasladar organismos de unas zonas oceánicas a otras donde no existían, a pesar de todas las legislaciones sobre tratamiento de aguas de lastre en la navegación. También es evidente que el proceso de fotosíntesis del zooplancton y de las algas puede ser afectado en estas zonas, alterando la producción de oxígeno y desequilibrando el ecosistema.


Los humanos solemos ya tener trazas de plástico en nuestra sangre debido a la enorme cantidad de plásticos que envasan nuestros alimentos, y por lo tanto, no deberían aumentarse las concentraciones de las mismas.


El gran problema para acometer la “limpieza” es que estas islas se encuentran en agua internacionales sobre las que nadie tiene jurisdicción, y por lo tanto, y debido a su lejanía, ningún país se siente afectado ni se encuentra responsable.


Que se sepa, hasta ahora no se ha tomado realmente en serio la necesidad de eliminar estos basureros, y cuando esto vaya a suceder, puede que la empresa de eliminarlos sea poco abarcable, si no lo es ya. Y como no se ha dado un paso al frente, no hay en principio una tecnología marítima ad-hoc, ni resulta comercialmente interesante acometerla para los intereses privados o públicos de los países individualmente. Es por todo esto, que la iniciativa ha de ser tomada en base a acuerdos de cooperación internacional al más alto nivel. ¡Qué menos que las aguas oceánicas internacionales recibieran un “estatus” medioambiental semejante al de la Antártida! (Obviamente y dadas las circunstancias, es un decir)


Otra cosa es que la tecnología marítima adecuada sea desarrollada en ámbitos nacionales, en los que los profesionales de la industria marítima tienen seguro, algo que decir.


Parece que existen algunas ocurrencias por el mundo, pero la información, escasa, de la que se dispone, da idea sólo de especulaciones. Más centrado parece el asunto de debatir qué hacer con lo que se recoja que cómo recogerlo.


Aunque el desafío para esta actividad es más en la superficie que en el fondo marino, parece que el perfil de un buque draga oceánica de succión en marcha es el que más se acerca a algo útil para el objetivo perseguido. Tal buque no necesitaría cántara, pero si la capacidad de filtrar/decantar el agua succionada teniendo en cuenta el muy pequeño tamaño de las partículas de plástico, (muchas de ellas tienen tamaños que oscilan entre los 2 y los 4 mm). La succión, en vez de en profundidad habría que hacerla ligeramente por debajo de la superficie del agua para evitar la entrada de aire. En cuanto a capacidad, ya hay dragas de succión con capacidades de hasta 46.000 m3, con lo que desde el punto de vista del buque, ese tipo de tecnología parece estar más o menos resuelta para lo que se pretende con las modificaciones necesarias.


Otra solución podría referirse al proyecto de un buque con diseño de graneles líquidos, con proa (no casco) doble tipo catamarán, construyendo así un perfil de tobera que recogiera el agua superficial según el avance del buque. La dimensión de esta boca-tobera en altura sería la adecuada a la altura de la ola máxima para las condiciones en las que se quiera trabajar. El agua sería filtrada o decantada en los tanques y una vez limpia devuelta al mar.

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