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  • Antonio Arenas Alonso

La EPA, más allá de las cifras del paro

Este artículo pertenece a Revista ANALES de la Asociación de Ingenieros del ICAI y su autor es Antonio Arenas alonso

Fotografía del desajuste entre nuestro sistema educativo y el mundo laboral.

  1. Introducción.

El pasado 29 de enero se publicó la EPA correspondiente al cuarto trimestre de 2018, y desde todos los medios se ha evaluado con absoluta preferencia, y lógica desde el punto de vista social, la evolución de las cifras de ciudadanos en relación con la actividad económica, y sobre todo la evolución de las cifras del paro y de los desajustes sociales, pero la información facilitada por esta encuesta nos permite mirar más allá de las cifras puntuales del paro, así, a través de su análisis es posible hacer una lectura de largo alcance, lectura que nos permita indagar en las causas y entre las relacionadas con nuestro sistema educativo.


Es claro que nuestro sistema educativo ha de cumplir con el objetivo de formar ciudadanos cultos y con valores, y entre estos valores destaca la cualificación profesional de los ciudadanos, es decir, su capacidad para mantener una vida digna a través de su trabajo dignamente remunerado (trabajo decente en expresión de la OIT).


  1. La EPA de finales de 2018.

El cuadro 1 nos muestra un resumen de los datos de la EPA relacionados con la actividad económica, del último trimestre de 2018 y sus variaciones respecto al trimestre y año anterior. Así, y en este contexto resulta evidente la evolución positiva que se ha producido en relación con la disminución del número de personas paradas, tal como han resaltado los numerosos medios de comunicación, pero este hecho, incuestionable, no debe dejarnos de reflexionar sobre la relación entre la actividad económica y nuestro sistema educativo.




Cuadro 1. Evolución de las cifras de personas con 16 años y más según su relación con la actividad económica. EPA.



Así, y en un primer paso, en el cuadro 2 se desglosa cómo se distribuye el número de parados (3.304.300 personas a finales de 2018) según el máximo nivel de formación alcanzado, así como su comparación con la situación en el año 2015. Puede considerarse relevante la importante reducción en el grupo CINE 21 a 24 (624.200 personas), que se corresponde con las personas que su nivel máximo es ESO, pero el análisis de las cifras de personas en paro puede resultar distorsionada si no se analizan en el contexto de las otras posibles situaciones (activos, inactivos, ocupados)que se dan en ese grupo de edad, pues es obvio que la jubilación de personas incidirá más en la reducción de parados entre las de menor nivel de formación, ya que es en este colectivo donde se dan las personas con más edad.




Cuadro 2. Parados por nivel de formación alcanzado (clasificación CINE 2014[3]) en el cuarto trimestre de 2018 y su evolución respecto de 2015. EPA. Tabla 6394.


  1. Cualificación profesional y actividad laboral.

Una información más completa sobre estas cifras y su relación con el nivel de formación alcanzado se obtiene de los gráficos 1, 2 y 3 (valores absolutos y relativos). Así, puede observarse que de las 39.019.500 personas que a finales de 2018 tenían 16 y más años, 11.589.000 (29,7%) han alcanzado educación de nivel superior, prácticamente el mismo número de quienes han alcanzado el nivel de ESO como máximo (11.124.800, 28,5%).


Igualmente es relevante que en este grupo de edad, correspondiente al de ciudadanos con capacidad legal para trabajar, únicamente el 58,6% (22.868.800 personas) sean consideradas activas, y entre ellas únicamente 11.616.300 personas (50,7% de los activos y 29,7% del total) disponen de una cualificación profesional que avale su capacidad para el trabajo (con nivel universitario o de Formación Profesional), siendo el resto personas con formación general, bien con nivel de Bachillerato (3.193.400) o de ESO (6.528.700) e inferior (1.530.500). Ver detalles porcentuales en el gráfico 3.


Resulta también significativo, y de total coherencia con el diseño de nuestro sistema educativo, que entre las personas activas con cualificación profesional la mayoría de ellas (9.271.700, el 79,8%) se sitúen con nivel de formación superior y únicamente el 20,2% disponen de formación secundaria vocacional (Formación Profesional de Grado Medio), nivel formativo que en coherencia con la mayoría de las estructuras empresariales se corresponderá con la demanda más numerosa.


Una visión rápida sobre los datos anteriores podemos obtenerla al contemplar el gráfico 2, mostrando los datos anteriores en porcentajes referidos al total de los integrantes de cada nivel de formación. Así, puede observarse el porcentaje de inactivos (jubilados, estudiantes,)





Gráfico 1. Distribución de la población con 16 años y más según su situación laboral y el nivel de formación alcanzado. Año 2018. (EPA 2018. Tabla 6347 y elaboración propia). (Nótese que el grupo activos comprende a los subgrupos ocupados y parados).




Gráfico 2. Distribución porcentual de la situación laboral en la población con 16 años y más según el nivel de formación alcanzado. Año 2018. (EPA 2018. Tabla 6347 y elaboración propia). (Nótese que el grupo activos comprende a los subgrupos ocupados y parados).


etc.) tiene su mayor valor entre las personas con menor nivel de formación, disminuyendo desde el 89,1% entre los clasificados como CINE 01 hasta el 20,0% entre los de nivel CINE 5 a 8; ello se traduce, lógicamente, en que el porcentaje de activos crece de forma continua desde el 10,9% entre los del nivel inferior (CINE 01) al 80,0% entre los del mayor nivel de formación (CINE 5 a 8).




Gráfico 3. Distribución porcentual de la situación laboral en la población con 16 años y más según el nivel de formación alcanzado. Año 2018. (EPA 2018. Tabla 6347 y elaboración propia). (Nótese que el grupo activos comprende a los subgrupos ocupados y parados).




Gráfico 4. Distribución porcentual de la situación laboral en la población con 16 años y más según el nivel de formación alcanzado. Año 2018. (EPA 2018. Tabla 6347 y elaboración propia). (Nótese que el grupo activos comprende a los subgrupos ocupados y parados).


El gráfico 4 nos muestra la distribución de las personas ocupadas o paradas (activas) en cada uno de los niveles de formación, y se ve claramente el crecimiento progresivo de las personas ocupadas desde los niveles de formación inferiores (57,9 % en CINE 01) hasta los niveles de formación superiores (91,1% en CINE 5 a 8), y por tanto de forma inversa se produce la reducción continua de las personas en paro desde los niveles de formación inferiores (42,1% en CINE 01) hasta los niveles superiores (8,9% en CINE 5 a 8).


Los datos anteriores conducen a una clara y demoledora conclusión cuanto mayor sea el nivel de formación alcanzado mayor es la probabilidad de conseguir trabajo y menor la de formar parte de las personas en paro.



  1. La realidad de la sobrecualificación o del subempleo.

La anterior conclusión queda eclipsada por la realidad del mercado del trabajo, que si bien apunta a una mayor probabilidad para no estar es paro cuanto más alto sea el nivel de cualificación conseguido, no oculta el deterioro en la calidad de dicho trabajo en relación con los conocimientos y formación adquiridos. Este deterioro en la calidad no se refiere únicamente a los ingresos, sino y sobre todo a las ilusiones, expectativas, costes económicos y tiempo de vida, que se han generado en el largo proceso formativo para conseguir altas cualificaciones profesionales.


De esto último nos habla el gráfico 5 en el que se han relacionado los niveles de competencias requeridos (NCR) para el desarrollo de las diversas ocupaciones con el número de personas ocupadas tienen el nivel de formación requerido (CNED) para realizar las tareas correspondientes a dichas ocupaciones. Así, la Clasificación Nacional de Ocupaciones (CNO)[7] engloba las diversas ocupaciones en diez grandes grupos, y encuadra estos en cuatro niveles de competencias requeridas (NCR) para su ejecución, estableciendo, por último, una correspondencia entre estos cuatro niveles y los niveles de formación CINE.


Dicho gráfico 5 está confeccionado con los criterios anteriores sobre los datos de las EPA de finales de 2018 y de 2015, lo que nos permitirá realizar comparaciones y observar tendencias.


En el grupo de ocupaciones con niveles de competencias requeridas NCR 3 y 4, a finales de 2018 estaban ocupadas 4.392.300 personas, pero en esa fecha había 8.449,700 personas ocupadas con niveles de formación CINE 5 a 8, que son los niveles que pueden considerarse adecuados para el desempeño de dichas ocupaciones. Es decir, entre las personas ocupadas con niveles de formación CINE 5 a 8 únicamente 4.392.300 trabajan en ocupaciones correspondientes a su nivel, resultando pues que 4.057.400 con los máximos niveles de formación, están haciendo tareas en ocupaciones que requieren menor nivel de formación.


Por otro lado, en las ocupaciones con NCR 2, a finales de 2018 estaban ocupadas 12.511.000 personas, pero únicamente en el grupo de personas están ocupadas hay 9.997.100 personas con niveles de formación CINE 2 a 4, que son los niveles adecuados para el desempeño de aquellas ocupaciones. Por consiguiente, se observa un déficit de 2.513.900 de personas ocupadas con los niveles de formación CINE 2 a 4. El mismo fenómeno de déficit se produce entre las ocupaciones con NCR 1 resultando ser de 1.428.900 personas con niveles de formación CINE 0 y 1.




Gráfico 5. Distribución de la población ocupada a finales de 2018 y 2015, según los Niveles de Competencias asociados a las ocupaciones y los niveles de Formación alcanzados por quienes las realizan. (EPA. Tablas 4147 y 6347, y elaboración propia).


Así, resulta obvio que las 4.057.400 personas con niveles de formación CINE 5 a 8 no ocupadas en actividades NCR 3 y 4, están desarrollando actividades que requieren niveles de formación inferiores, lo que puede concluirse con la consideración de una sobrecualificación (o subempleo) próxima al 50% entre las personas ocupadas con niveles de formación CINE 5 a 8 (universitarios y FPGS).


Al comparar la EPA de 2018 con la realizada en 2015, se observa que el problema analizado ha crecido con el paso del tiempo, pues la cifra de personas con niveles de formación CINE 5 a 8, que están ocupadas en actividades de menor nivel requerido, se ha incrementado en 409.300 desde 2015.



  1. Conclusiones.

La reflexión en torno a este desajuste entre los niveles de formación alcanzado por las personas y el nivel de formación requerido por las ocupaciones realmente desarrolladas, puede plantearse bajo la óptica de la oferta (¿hay excesivo número de personas con niveles de formación elevado, fundamentalmente universitarias?), o bajo la óptica de la demanda (¿el trabajo ofrecido por las empresas es de baja calidad, que conlleva demanda de personas con niveles de formación medio y bajo?), pero lo que si se aparece como evidente es el desajuste entre el sistema educativo y el mundo del trabajo.


No se debe olvidar que estos desajustes entre el sistema educativo y el mundo del trabajo tiene un elevado coste no sólo económico (gasto en formación innecesaria y no utilizada) sino, y sobre todo, en ilusiones frustradas y en desmotivaciones de las personas para afrontar su necesaria formación a lo largo de la vida, cuando se enfrentan al desarrollo de tareas para las que no ha sido preparado, de nivel inferior a su formación y muchas veces con edades impropias para un aprendizaje tardío.


Así, considerando que, en el ámbito de la formación de las capacidades profesionales de las personas, el diseño del sistema educativo responde a un modelo centralizado, regulado por leyes y que el mundo del trabajo responde a un modelo disperso, regulado por la oferta y la demanda y en permanente, y a veces imprevista evolución, parece razonable que el diseño del sistema educativo busque el acomodo continuo a las necesidades.


Por otro lado, es opinión del autor, expresada en otras ocasiones, que estos desajustes entre el sistema educativo y el mundo laboral son consecuencia directa del diseño de nuestro sistema educativo, según el cual el cual la preparación para trabajar en ocupaciones de nivel no universitario (Formación Profesional) se hace a través de puertas de abandono (por fracaso académico o exclusión social), marcando así socialmente a quienes han de cruzar dichas puertas, lo que produce un evidente rechazo hacia esta formación en el tránsito por el sistema educativo, optándose preferentemente por no salir del sistema principal, el cual conduce a que la primera cualificación profesional (y generalmente la única) sea de nivel universitario (CINE 6).


Esta llamada a racionalizar el sistema educativo para conseguir acercar la estructura de cualificaciones profesionales de la sociedad a la demanda que existe en el mundo laboral, no debe entenderse como una petición a la implantación de vetos o restricciones para acceder a los estudios universitarios, sino que el acceso a un número elevado de éstos se produzca de forma escalonada tras la consecución de cualificaciones profesionales intermedias (Formación Profesional), lo que induciría de forma natural una estructura de cualificaciones profesionales más piramidal, acorde con la habitual demanda empresarial.


Más aún, cuando la Formación Profesional se configure como un camino aplicado que permita alcanzar de forma natural y razonable la formación universitaria, tras el paso por cualificaciones profesionales intermedias, estaríamos en camino de conseguir que muchos ciudadanos busquen en la formación universitaria mejorar sus niveles de cultura y conocimientos para crecimiento personal, y no tanto buscando una más alta cualificación profesional como ahora sucede, pues el disponer de una cualificación de nivel intermedio, y posiblemente ejercerla, puede considerarlo suficiente para el acceso a un trabajo decente, hecho que como ha quedado reflejado no se garantiza actualmente por el hecho de haber alcanzado las cualificaciones profesionales de alto nivel (CINE 5 a 8).



El Autor: Antonio Arenas Alonso


Cursó estudios de Oficialía y Maestría Industrial y en 1970 finalizó sus estudios de Ingeniero Técnico Industrial en el ICAI (Universidad Pontificia Comillas), en 1983 como Ingeniero Industrial, alcanzando el grado de doctor en 1999. Tras iniciarse como docente en las Escuelas de Formación Profesional Padre Piquer, en 1970 inició su actividad en el ICAI, primero como profesor de prácticas y posteriormente docencia en Medidas Mecánicas, Potencia Fluida, Mecánica de Fluidos, Turbomáquinas y Termodinámica. Tras ocupar diversos cargos de gestión en la Universidad Comillas, actualmente está jubilado.


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