Crónica de la Jornada del 7 de octubre de 2013. La evolución de los Sistemas de Información durante
LOS SERVICIOS DE INFORMACIÓN FUERON CRUCIALES EN LA TRANSICIÓN.
La transición española a la democracia, vista desde el punto de vista de los servicios de información y la inteligencia, y contada por una persona que lo vivió desde dentro, fue la protagonista este pasado lunes de una jornada organizada por el Comité de Tecnologías de la Defensa del Instituto de la Ingeniería de España.
Enrique Rodríguez Fagúndez, presidente del Comité, presidió la reunión, acompañado del vicepresidente Ricardo Torrón. Ambos alabaron la capacidad profesional y personal de Juan María de Peñaranda y Algar, general de División del Ejército de Tierra, miembro de los servicios de información del Estado durante la transición, que fue el encargado de la ponencia.
Torrón, que trabajó con Peñaranda en su etapa de capitanes en el Negociado Técnico del Alto Estado Mayor, alabó la capacidad para la criptografía y el manejo de los ordenadores de Peñaranda. “En una noche descifró la clave de las comunicaciones de Marruecos”, rememoró. También trabajaron juntos como generales en la Dirección de Abastecimiento y Mantenimiento del Ejército.
Peñaranda se doctoró en 2010 con una tesis de 3.500 páginas y 5 tomos sobre su experiencia en los servicios secretos, precisamente. “Mi director de tesis me dijo una cosa que no me gustó nada, y es que no se lo enseñara a mis superiores antes de publicarlo, porque dada la jerarquía de los militares, yo era capaz de borrar lo que me dijeran. Y por supuesto que lo habría hecho”, añadió orgulloso.
A juicio del general, la Transición acaba precisamente cuando se promulga la Constitución (1978), y empieza mucho antes de lo que opinan los historiadores: en 1969, cuando Juan Carlos es nombrado heredero de Franco.
El general empezó su ponencia destacando que los servicios de información dependen, o deben depender, del presidente del Gobierno personalmente. “La “inteligencia” se diferencia de la “información” en que es un servicio centralizado -cualquier ministerio u organismo puede tener servicio de información, pero solo el presidente tiene servicio de inteligencia-, y en que lleva además espionaje y contraespionaje (a otros países)”.
Luego hizo un repaso por la historia de la inteligencia en España, desde que en 1939 se creara el Alto Estado Mayor en el Ejército y se le encargara el espionaje (y cinco años después el contraespionaje).
El surgimiento de los movimientos estudiantiles en Europa y también en España a finales de los 60 provocó que el ministro de Educación español, Villar Palasí, pidiera ayuda para investigar de dónde salía el dinero con el que se financiaban estos grupos, entre otras cosas. En conversación con el Alto Estado Mayor (AEM), decidieron crear un servicio especial conectado con el ministerio, dirigido por José Ignacio San Martín, procedente de la sección de información del AEM.
Su trabajo fue totalmente clandestino. Se comunicaban por código, entre “duque” (el AEM) y “conde” (San Martín). De ahí que en el gobierno se le llamara oficiosamente “organización Conde” (también el “equipo San Martín” o, posteriormente “los chicos de Carrero”, el vicepresidente del Gobierno).
El grupo de San Martín descubrió que muchas de las protestas no eran políticas, señaló Peñaranda en su ponencia. “Había profesores que no daban clase y se las dejaban a sus adjuntos; ayudas al deporte que se habían suprimido; proyectos de asociación que se habían suprimido”.
San Martín tenía buena relación con Franco porque su padre había sido profesor de este último, y eso le facilitó crear un gran equipo de informadores, procedente de todos los estamentos militares.
En 1969 se designa a Juan Carlos como Príncipe y heredero de Franco como Rey. A principios de los 70 la organización Conde sigue demostrando su capacidad, y dados los crecientes conflictos laborales, en 1971 se crea, esta vez sí con una orden oficial, aunque secreta, la Organización Contrasubversiva Nacional, la OCN, dependiente del ministerio de Gobernación. Esta OCN se dedicaría a combatir la “subversión” en todas las áreas, no solo la laboral y la educativa.
El éxito de San Martín provocó recelos y envidias, entre otras cosas porque despachaba personalmente con el almirante Carrero Blanco, vicepresidente del Gobierno, “que no hablaba con [casi] nadie”. Otros miembros del Gobierno (entre ellos el ministro de Gobernación) intentan nombrar a San Martín gobernador civil de Guipúzcoa (su patria chica) para librarse de él. Eso habría supuesto el descabezamiento del servicio de información, y que mucha otra gente se marchara también, por voluntad propia. Carrero, al darse cuenta de las consecuencias que tendría, para el nombramiento.
A partir de ahí, San Martín recomienda que el servicio dependa directamente de Presidencia para coordinar mejor a los numerosos servicios de información existentes por entonces, y se crea el Servicio Central de Documentación, Seced, con él como director, dependiente del ministro de la Presidencia y vicepresidente, el propio Carrero. La OCN pasa a depender del Seced, “que era solo la punta del iceberg”, lo que se conocía públicamente.
Peñaranda trabajaba ya entonces a las órdenes de San Martín, “un hombre que pasaba por encima de cualquier dificultad”, lo cual encadilaba a Carrero. “Nosotros éramos unos chavales, que veiamos en San Martín, con solo 10 años mas, un hombre prodigioso”.
El Seced
El Seced cada vez recibe más encargos. Entre ellos, “oxigenar” al vicepresidente. “San Martín tenia la sensación de que Carrero estaba muy aislado, y con razón”. Tenía un equipo muy pequeño, con dos secretarios, dos o tres asesores… frente a los equipos de asesores que tienen ahora los políticos”, comparó Peñaranda. Carrero iba con su libreta al Palacio de El Pardo, a reunirse con Franco, y luego llamaba a los ministros. Eso era todo. Los agentes del Seced se entrevistaron con 300 o 400 personas de todos los ámbitos (de dentro del régimen y de fuera), de cuyo desarrollo informaban puntualmente a Carrero.
Cuando Carrero Blanco es nombrado presidente del Gobierno, en 1973, y San Martín es destituido de su cargo por los nuevos responsables de presidencia. El nuevo vicepresidente, Carlos Arias Navarro, “que había tenido muchos roces con el servicio de información cuando estaba en Gobernación porque le quitaban competencias”, acoge con entusiasmo el control de la información, y nombra al comandante Juan Valverde como director del Seced, con Andrés Cassinello de segundo.
La muerte y la sucesión de Franco empiezan a verse como algo factible, y Arias Navarro encarga a Valverde preparar esa situación para evitar problemas en el orden público, entre otras cosas. El asunto tenía una gran dificultad, recuerda Peñaranda, “¿por qué cómo iban a saber cuándo moriría Franco, cómo y dónde?” Así que preguntaron a las personas adecuadas, pese a que el caso debía llevarse con el máximo secreto. “Abrieron un poco la mano, pero es que si trasciende que estamos preparando la muerte de Franco, a alguien le fusilan, literal o políticamente”. De hecho, el yerno de Franco, el Marqués de Villaverde, cogió un buen enfado cuando se enteró de los preparativos (que incluían los propios funerales del dictador).
La Operación Lucero, que así se llamó a estos preparativos, preveía todo tipo de detalles, incluyendo hasta una “variante en caso de lluvia”, recordó Peñaranda. “La preocupación era enorme entre la extrema izquierda y la extrema derecha. Ambos grupos coincidían en que cuando se muriera franco se iba a montar una buena”.
El vicepresidente tercero del Gobierno, Fernando Suárez, se enteró de la Operación la misma noche que iba a morir Franco, de manos del propio Peñaranda. Lo sabía muy poca gente: había 54 ejemplares escritos del plan. “Estaba previsto que desaparecieran, pero gracias a que alguien siempre guarda los documentos, se puede escribir la historia”.
Tras la muerte de Franco
El Rey mantiene a Arias Navarro pero luego le sustituye por Adolfo Suárez, que nombra jefe del Seced a Cassinello. “Lo llamábamos la etapa de consolidación” del servicio, explicó Peñaranda. Fueron años de mucha violencia, por parte de la extrema izquierda y la extrema derecha. El Seced interviene en política, estableciendo contactos con la oposición: Felipe González, Tarradellas, Carrillo, e incluso gente del régimen que estaba en tensión con Suárez. Cassinello actúa como intermediario de Suárez, “con el que tomaba café todos los días”.
Tras las elecciones generales de junio del 77, ganadas por Suárez, se crea el ministerio de Defensa. Antes se había decidido crear el Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa), que aúna las responsabilidades de información del Seced con las que se habían quedado en el Ejército. “Se iba a llamar SID, Servicio de Información de la Defensa, para entroncarlo en el Estado Mayor de la Defensa, pero Suárez quiere mantenerlo a su lado y lo llama Cesid”, explicó Peñaranda.
El general José Bourgón es nombrado nuevo director del Centro. Estaba previsto que el Cesid fuera a dedicarse solo a la política exterior, pero la convulsa situación política hace cambiar de planes y volver a lo anterior, con una dificultad: que el Cesid no tenía competencias para investigar dentro del Ejército. El rechazo de Bourgón a saltarse la ley e investigar a militares provoca su cese, y llega un nuevo director, el general Gerardo Mariñas. Justo entonces Peñaranda deja el servicio por decisión de sus jefes.
El Cesid es desde 2004 CNI, Centro Nacional de Inteligencia. “Es un acierto que desapareciera la D, puesto que la gente lo asocia con lo militar, y no debe ser así. Y también es mejor “inteligencia” que “información”, asegura Peñaranda. También es un acierto, a su juicio, que vuelva a depender exclusivamente de Presidencia, después de muchos años de depender también de Defensa.
En el coloquio, Peñaranda explicó que en la mayor parte de los miembros del servicio eran trabajadores normales, y que espías eran los menos; en la primera etapa, 5 o 6 de 200.
Sobre si los servicios secretos fallaron en la previsión del asesinato de Carrero Blanco, Peñaranda explicó que el Seced no tenía atribuciones sobre seguridad, que eso dependía de Gobernación, pero que en efecto ya estaban empezando a seguir el tema de ETA. Sin embargo, aún era pronto para haber podido infiltrar a agentes: “Hacen falta dos años para eso”. Había avisos de que iban a venir etarras a Madrid, de que iban a por Carrero y a por el Rey, pero no fue suficiente, reconoció el general este lunes.
Recordó también que los agentes de los servicios secretos asistían a los cenáculos y contubernios de gente de las élites contra Suárez para estar informados, “no para participar en la conspiración”. “Lo llamábamos Operación Golpe de Timón, Operación De Gaulle, pero no es que nosotros fuéramos cómplices, es que nosotros investigábamos las conspiraciones”.
Peñaranda recordó también las reuniones con Felipe González, con Gutiérrez Mellado (“que durante un tiempo estaba obsesionado por la seguridad, tenía terror a que le mataran”). Y que Suárez intentó aprovecharse del servicio de información para intereses de partido, algo que Casinello no le permitió.