LA IMPRESIÓN EN 3D, EL FUTURO INDUSTRIAL Y EL SECTOR MARÍTIMO
En Junio del año pasado, General Electric Aviation inauguró una nueva planta de montaje en Indiana para fabricar motores de propulsión de aviones comerciales. Hasta aquí, ninguna novedad digna de reseñar. Lo que sí constituyó una novedad era que las toberas de combustible de esos motores se construían con una impresora 3D1. Estos motores entrarán en servicio en los aviones Airbus A 320 el año próximo. GE ha recibido pedidos de 6.000 de estos motores por valor de 78.000 millones de US$.
Es también el caso de Siemens y sus turbinas de gas, (potencias de 15 hasta 60 MW). Las temperaturas que sufren los extremos o puntas de los quemadores alcanzan sobradamente los 1000 0C. Los procedimientos de reparación convencionales requieren la prefabricación de las secciones de estas puntas, lo que consume tiempo y es caro; para reducir tiempo y coste, Siemens invirtió en una impresora 3D con un sistema láser de aglutinación (sintering) utilizando metal.
Estas nuevas tecnologías de impresión están empezando a ser utilizadas en múltiples campos, no solo industriales, sino también médicos, (se han fabricado por impresión 3D vasos sanguíneos con materiales que excitan la producción de células de los tejidos existentes para que estos mismos sustituyan a los propios implantes en periodos de tiempo relativamente cortos.
Se espera que la evolución de las tecnologías de impresión en 3D se vaya acelerando, especialmente en el campo industrial y en el de los materiales a utilizar conduzca, si no lo está haciendo ya a una revolución con múltiples efectos en todos los campos, impulsando la innovación y la imaginación sobre cómo se fabrican las cosas que utilizamos, y si será necesario modificar toda la logística que hoy rodea a la actividad industrial.
Pongamos un ejemplo simple y muy gráfico: seguramente podremos fabricar en casa los juguetes para nuestros hijos si poseemos una impresora 3D adecuada. ¡Sólo tendríamos que comprar y descargarnos el software y adquirir los materiales…! Lo que esto puede significar a escala mundial en los procesos industriales, el transporte, los empleos, etc. es todavía difícil de imaginar.
La impresión en 3D empieza a ser cada vez más utilizada, aunque aún debe evolucionar mucho, pero ya va siendo posible crear elementos y piezas de tamaños y materiales variados, y estructuras simples o complejas.
Se está pasando de la época de los primeros balbuceos en la impresión 3D a su implantación a escala industrial para muy variadas actividades. Se estima que su producción en el año 2013 alcanzó ya un valor de 3.000 millones de US$. La tecnología utilizada permite convertir un archivo 3D virtual (de nuevo diseño o digitalizando un objeto real con un escáner 3D) en un objeto físico tangible. (Un problema para la protección de la propiedad industrial).
Una de las primeras ventajas que podemos apreciar con el uso de esta tecnología es la reducción más que sensible de los espacios logísticos, tanto en lo que se refiere al almacenamiento de existencias (piezas, elementos de la fabricación de la que se trate), como al transporte de las mismas y al tiempo empleado en él. Otro de sus aspectos más positivos es la eliminación total de recortes o sobrantes en la fabricación, con el ahorro que esto representa, significativamente si los materiales de las piezas a fabricar son caros. Igualmente y de máxima importancia sería lo “no necesidad” de cambiar los procesos productivos al cambiar de producto, sino sólo el cambio de archivos informáticos a las máquinas de impresión 3D.
Un ejemplo a citar es la decisión de la armada china de dotar a sus buques con impresoras 3D para llevar a cabo reparaciones menores en situación de combate, independizándose así de la cadena de suministros en situaciones complicadas.
Otro ha sido la implantación de piezas producidas por impresión 3D en un cazabombardero tipo Tornado, llevada a cabo por BAE Systemsen 2013.
Todavía los costes de inversión en esta tecnología pueden ser elevados (sobre todo en las aplicaciones industriales), pero su capacidad para descender según vaya progresando su tecnología es también elevada. Sin embargo, los costes tradicionales de financiación de los inventarios, de transporte, de manipulación y de almacenaje que quedarían prácticamente eliminados, también son importantes y su capacidad de disminución en el futuro es difícil o imposible. Obviamente y en esta comparación, la diferencia a favor de la nueva tecnología crecerá con la serialización de los productos a fabricar.
Lo que parece evidente es que estamos ante una revolución industrial cuyas consecuencias no se pueden prever en la actualidad, y que puede cambiar los hábitos de producción y consumo en todo el mundo, y afectar a sociedades enteras basadas en la fabricación tradicional y muy especialmente a las apoyadas por costes salariales muy bajos pero que necesitan de almacenamiento y transporte para su exportación y venta.
Todo esto afectará en primer lugar al transporte de mercancías y en el ámbito que nos ocupa, al transporte y al tráfico marítimo excepto, claro está, el transporte de materias primas y de productos energéticos, aunque puedan cambiar los modos del mismo. Evidentemente los segmentos más concernidos serían los servidos por los buques portacontenedores y multipropósito, y en alguna medida los de carga general.
Los astilleros de nuevas construcciones harían crecer sus departamentos de ingeniería y los talleres alojarían las máquinas de impresión 3D; sus compras de bienes y equipos se reducirían sustancialmente, y por tanto la dependencia del exterior, tanto en espacios como en el tiempo. El concepto del suministro “on time” dependería solamente del astillero para aquellos elementos susceptibles de ser fabricados por medio de impresión 3D. Como uno se puede imaginar, la combinación de las tecnologías robóticas y de impresión 3D industrial podría propiciar un cambio definitivo.
Los astilleros de reparaciones tendrían que empezar a plantearse que los buques llevaran máquinas de impresión 3D y sus tripulaciones pudieran por sí mismas fabricar elementos a reparar y llevar a cabo las reparaciones mismas. Lo que las nuevas tecnologías de las que hablamos no podrán evitar será la puesta en seco periódica, con lo que los astilleros tendrán que ofrecer más “instalaciones” que “servicios”.
Refiriéndonos al asunto con carácter general, no estaríamos entonces ante un cambio evolutivo, sino ante un cambio de las reglas y por tanto de una “ruptura” revolucionaria. Igualmente, las consecuencias sobre el empleo, los hábitos de consumo y los comportamientos derivados de todo lo anterior.
Estaríamos, entonces sí, delante de un cambio profundo, no sólo en el modelo productivo, ese “mantra” del que todo el mundo habla, sino del modelo económico y social en todo el mundo. Aquí, aunque no se ve que ese vaya a ser el camino elegido en el futuro para Europa, puede residir la recuperación de una hegemonía industrial para nuestro viejo Continente. Suponemos que Europa está mirando para hacer algo.
El problema es que el futuro empieza ahora y que más adelante no tengamos que decir2: “…caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.
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M. de Cervantes, “Al túmulo de Felipe II”