INGENIERÍA CONTRA EL FUEGO
- IIE
- 19 ago
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El monte rentable no arde, por eso se debería invertir en el aprovechamiento de la biomasa como energía renovable y construir redes de calor forestal
Fuente: José Ibarrola, El Correo
Carlos del Álamo Jiménez: Ingeniero de Montes y presidente del Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible del Instituto de la Ingeniería de España.
Hace años, los efectos y daños de los incendios forestales eran de carácter ambiental y económico y las víctimas humanas y las pérdidas de bienes materiales, en general, eran menos frecuentes. Hoy, los incendios forestales, se han convertido en una catástrofe natural recurrente, con riesgo elevado para las personas y sus bienes, además de los daños ambientales y económicos que provocan, por lo que tanto en los trabajos de prevención como de extinción hay que priorizar la minimización del riesgo para las personas y sus bienes.
Esto hace que, con frecuencia, los esfuerzos de los medios de extinción haya que dirigirlos a proteger a la población y de forma secundaria, al monte, por lo que la extensión de los incendios, además de por la mayor densidad de la biomasa, aumenta por esa razón. Que ha habido un cambio profundo en la estructura física y sociológica del territorio es una evidencia y que el enfoque de la defensa contra incendios es diferente al de hace décadas, también lo es, por lo tanto hay que cambiar algunas cosas.
Los montes son una infraestructura básica del país; su papel es clave en múltiples funciones y cada vez, con el riesgo del calentamiento global, estamos viendo su enorme importancia en la prevención de daños de riadas e inundaciones, por lo tanto, no estamos hablando ya de cuestiones forestales, sino sociales. Hemos visto cómo el pensamiento 'Walt Disney' se ha ido arraigando en nuestra sociedad, de manera que aprovechar los recursos forestales, y en especial cortar madera, ha generado un fuerte rechazo en una parte de la sociedad, mayoritariamente urbana.
Estas ideas se trasladan a la acción política, pendiente de los resultados electorales, y la consecuencia es una pérdida de tiempo y de recursos destinados a objetivos equivocados, que han ido aumentando cada vez más el riesgo en los montes, la dificultad de la extinción y, por tanto, aumentando los daños potenciales para la sociedad circundante.
La acción política, pendiente de resultados electorales, destina recursos a objetivos equivocados
El riesgo territorial de los incendios forestales es la referencia a tomar en la defensa contra ellos, donde el monte es la componente principal, pero no la única. La complejidad que ha adquirido el problema requiere un enfoque multidisciplinar en el que la Ingeniería tiene instrumentos de proyección y gestión, que pueden disminuir las pérdidas y daños de los incendios.
La interfaz urbano-forestal o la agro-silvo-pastoral hay que diseñarlas teniendo en cuenta las causas y efectos de los incendios forestales en un entorno complejo. El reciente incendio en Lleida, de primeros de julio, así lo ha puesto de manifiesto: arden cultivos agrícolas, explotaciones agrarias, viviendas e instalaciones y por supuesto montes, pero lo que es peor, hay víctimas humanas.
No hacer aprovechamientos forestales acumula en los montes una biomasa que incrementa el riesgo y la dimensión de los incendios. Al no poder actuar sobre la meteorología, nos queda sólo actuar de forma preventiva sobre el factor humano y sobre el monte.
Sobre el monte, tenemos que actuar controlando el combustible y aumentando su rentabilidad. El aprovechamiento de la biomasa como energía renovable, aunque no es el único posible, es clave en estos momentos.
El Informe del Grupo de Trabajo del IIE sobre el PNIEC 2023-2030 propone apoyo institucional y financiero para construir nuevas redes de calor con biomasa forestal para producir 2.800 MW, con 1,2 millones de toneladas de biomasa y la sustitución de al menos 500.000 equipos de calefacción obsoletos por modernos equipos de biomasa que consumirían 0,5 millones de toneladas de biomasa.
Asimismo propone aumentar el objetivo del PNIEC de generación eléctrica de 1,4 a 1,9 GW, en centrales de mediana potencia de 10 a 25 MW, en zonas forestales que necesiten reducir la densidad de la biomasa y, por tanto, el riesgo de incendios forestales. La energía renovable de la biomasa, tanto la térmica como la eléctrica, puede llegar a reducir en un 60% la superficie quemada.
La biomasa proporciona la energía renovable más social, pues genera 10-12 puestos de trabajo por MW en los territorios forestales más despoblados. Hemos repetido siempre que el monte rentable, no arde. No arde porque no está en riesgo, porque sus propietarios lo atienden, porque la gente lo usa.
Hay que pasar, en los estudios de riesgos, de los enfoques puramente forestales a los más amplios de carácter territorial, considerando todas las variables que aportan factores de riesgo, en especial las socioeconómicas, que definen la estructura del espacio que se analiza y la Ingeniería española tiene conocimiento e instrumentos más que suficientes para, si no eliminar, sí minimizar los efectos negativos del fuego.



















