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La falta de suministros y componentes amenaza con un colapso de la industria en otoño.

El encarecimiento del transporte y la escasez y acaparamiento de metales y microchips a nivel mundial ralentizan la producción de las fábricas españolas, gripan los sectores auxiliares y hunden las ventas mientras va tomando cuerpo la amenaza de una interrupción de los suministros a la vuelta del verano en sectores económicos clave.

Noticia de Eduardo Bayona.

La economía española está comenzando a sufrir con intensidad los efectos de una 'cara b' de la globalización cuya onda expansiva, combinada con la crisis pandémica y con la tendencia a los monocultivos como los del automóvil en la industria y del turismo en los servicios, comienza a lastrar otros sectores como los ramos auxiliares del metal y algunos del comercio en el primer caso y la alimentación y la distribución en el segundo.


En solo 14 meses, de febrero de 2020 a abril de 2021, la combinación de esas dos crisis se ha llevado por delante casi 5.000 concesionarios de automóviles, talleres de reparación y fábricas de productos alimentarios y bebidas. Eso, al margen de los 10.212 restaurantes, bares y hoteles que bajaron la persiana en ese periodo y a la parte atribuible de los 15.838 comercios perdidos en esos catorce meses.


Los parones de la producción

Iniciados el pasado invierno en las principales factorías del sector del automóvil como consecuencia del gripado de la cadena global de suministros, y que se tradujo en una carencia de microchips y de metales (acero, aluminio y cobre), se están prolongando y llevan camino de mantenerse a lo largo de todo el año que viene, en una situación de carestía que en las últimas semanas, y por el encarecimiento del petróleo, se ha extendido a los plásticos y a productos químicos como algunos componentes de la pintura.


Falta material, algo que ya ha provocado la suspensión de los turnos en siete jornadas desde mediados de junio en la planta de Stellantis de Figueruelas (Zaragoza) y que la Ford de Almussafes (Valencia), que da por perdido el turno de noche al menos hasta octubre, vaya a aplicar un nuevo ERTE de julio a septiembre que, tras el de la pasada primavera, desocupará a 1.400 de sus 7.000 empleados de manera rotativa.


"Están afectadas por la falta de semiconductores [microchips y circuitos integrados] prácticamente todas las fábricas españolas, salvo IVECO", explica Jordi Carmona, secretario del sector del automóvil de FICA-UGT, que muestra su preocupación por "el encarecimiento que se está dando en los componentes, del que se teme que pueda llegar al 40%, y que va a afectar a las empresas auxiliares, muchas de las cuales no van a poder aguantar esa escalada".


Los ERTE menudean ya en ese ramo. "Hay más sobrecostes que escasez, y se está creando una 'tormenta perfecta' que puede provocar muchos problemas. Va a haber una guerra comercial", añade.


Entre esos problemas se encuentra la posibilidad de una interrupción de los suministros a escala global, una amenaza que según algunos expertos va tomando cuerpo y a la que comienza a ponerse fecha a la vuelta del verano.


"Los tiempos de entrega empiezan a ser de varios meses, y ya se habla de que puede haber un corte de los suministros" de algunos componentes, explica Antonio Turiel, investigador del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) del Institut de Ciéncies del Mar (ICM), que llama la atención sobre cómo la escasez de plásticos y polímeros es anterior a la pandemia y la del nylon se remonta a 2017 y cómo ambas, que coinciden en el tiempo con la falta de cobre, están relacionadas con el mercado del petróleo, causa a su vez de la menor circulación de otros metales como el acero y el aluminio.


La dependencia del petróleo lastra la gobalización

"El problema real es la escasez de diésel", apunta. Esta se intensifica a partir de 2015, cuando, tras una década en que cayó un 4%, la extracción convencional de petróleo, clave para su fabricación, acelera ese desplome a un 2% anual. Sin embargo, la demanda, en cuyo aumento han influido decisiones como el veto a los combustibles con elevada presencia de azufre en el tráfico marítimo desde enero del año pasado, ha seguido aumentando, y eso ha tenido dos efectos.


Uno ha consistido en una menor producción de otros derivados del petróleo que resultan clave para algunos procesos industriales, caso de los polímeros; y la otra, en un encarecimiento generalizado del transporte en las rutas internacionales, lo que tiene efectos disuasorios, por su efecto sobre el precio final, sobre la comercialización de algunos componentes cuya fabricación se concentra en Asia.


El precio de los fletes se ha triplicado con creces en un año y lleva camino de sextuplicarse en rutas como las que enlazan Shangai con Génova o Rotterdam según los datos de Drewry, la principal consultora de tráfico marítimo del mundo.


Casi 2.700 concesionarios y talleres bajan la persiana

Esos parones ya se han traducido en la fabricación de 600.000 coches menos de los previstos este año en Europa, donde las previsiones apuntan a una caída de un millón hasta finales de 2021.